Cambio Climático y entidades bancarias y aseguradoras

Es innegable que los efectos del cambio climático van a producir consecuencias en todas las áreas de la sociedad, y la economía en particular va a ser una de las parcelas más afectadas. Por esta razón, los organismos bancarios y las entidades aseguradoras deben tomar medidas para que estos cambios no afecten de manera lesiva a su actividad. Los datos son incuestionables, un estudio de Greenpeace y el CSIC expone que la temperatura media de España ha aumentado 1,5 grados centígrados en los últimos 30 años, medio grado más que la media del planeta. España es uno de los países de Europa en mayor riesgo climático, se trata de la región más árida del continente, con un 20% de su territorio que puede considerarse desértico, y durante este siglo ese porcentaje puede aumentar hasta el 80% debido al cambio climático.

Pero las consecuencias ecológicas futuras no se circunscriben a España, la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) ha previsto que todo el continente va a verse afectado por el cambio climático de manera notable. Y, de hecho, no hay que referirse al futuro, esta realidad ya ocurre en la actualidad. Un informe de AEMA calcula que el coste de los fenómenos meteorológicos ha supuesto unos 430.000 millones de euros en los últimos 35 años en Europa, nada menos que aproximadamente 12.000 millones al año. Este tipo de sucesos fueron responsables del 83% de las pérdidas económicas y, además, el riesgo ha ido aumentando de manera progresiva: si en la década de los 80 las pérdidas fueron de unos 8.000 millones de euros anuales, durante los años 90 se incrementaron hasta los 10.500 millones, y hasta los 14.700 millones en el período 2005-2009.

Coste para las aseguradoras

Entre 1987 y 2017 el Consorcio de Compensación de Seguros (CCS) tuvo que desembolsar por siniestros más de 7.000 millones de euros. En el 93% de los casos, la causa fueron riesgos naturales. La siniestralidad de los eventos climáticos es muy alta y tiene un impacto cada vez más importante en la actividad aseguradora. Por ejemplo, 2018 fue el segundo año de mayor siniestralidad en la historia del seguro agrario, por detrás de 2012, con más de 755 millones de euros y una superficie total siniestrada de 1,4 millones de hectáreas.

Pero los sectores agrario y ganadero no son los únicos afectados. Por ejemplo, la aseguradora Mapfre tuvo que atender más de 2.400 incidentes en seis días, originados por las tormentas y temporales de viento sufridos por la Comunidad de Madrid en marzo de 2018.

Otros sectores que pueden experimentar pérdidas son el turismo (es evidente el impacto del cambio climático en las reservas turísticas), la sanidad (existen datos de la OMS que relacionan el aumento de muertes prematuras por afecciones respiratorias y cardiovasculares causadas por los efectos de la contaminación), la construcción (bienes materiales dañados por desastres naturales), la energía etc.

El sector asegurador puede convertirse en una herramienta imprescindible para la adaptación al cambio climático, tanto directamente como en el papel de fuente de información que permita aumentar el conocimiento de los riesgos naturales y de su previsible variación con el cambio climático. Los seguros pueden incentivar el que los clientes realicen inversiones para adaptarse al cambio climático, a la vez que proveen a los gobiernos de una mayor flexibilidad para otorgar estímulos fiscales dirigidos a atender las secuelas de desastres naturales.

Además, otras acciones pueden servir como modelo para el resto de agentes implicados. Por ejemplo, DKV ha reducido un 83% su huella de carbono desde 2004, implicándose directamente en la lucha contra el cambio climático.


Carlos Martínez de DKV Seguros

Cambio climático y solvencia

Recientemente, la subgobernadora del Banco de España alertaba de que la solvencia de las entidades de crédito se puede ver afectada por los efectos provocados por el cambio climático, y también por las medidas encaminadas a una economía más sostenible en las empresas a las que financian.

Se trata de un tema candente e importante. Muestra de esto, es la creación, por parte de varios bancos centrales y supervisores, del Network for Greening the Financial System (NGFS), que está analizando la Evaluación de Riesgo Ambiental (ERA), que se refiere a los métodos y prácticas utilizados para cuantificar el impacto medioambiental en el sector financiero.

Es fundamental que la entidades bancarias y asegurados sean capaces de evaluar cómo puede afectar a su modelo de negocio el cambio climático, empleando herramientas como análisis de estrés y escenarios hipotéticos, para poder contemplar horizontes a medio y largo plazo. En definitiva, si las aseguradoras tienen problemas para estimar y cubrir los riesgos asociados al cambio climático, esto se convierte en un problema para los bancos y el sistema financiero en general.

Además, la banca puede constituirse en el agente protagonista del cambio hacia una economía más sostenible, al favorecer la financiación de las actividades que contribuyen más a esta transformación, a la vez que desincentivan aquellas actividades que puedan ser más lesivas, al repercutir en el precio de la financiación los costes medioambientales, que actualmente aún no se tienen del todo en cuenta.

Hay ejemplos del compromiso de las entidades bancarias con la adaptación al cambio climático. Por ejemplo, el BBVA en su Compromiso 2025 va a destinar hasta 100.000 millones de euros en financiación, además de trabajar en reducir los impactos climáticos negativos directos o indirectos (provocados por la actividad de sus financiados).


Emilo Martínez-More de BBVA

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