Casi la mitad de la población mundial es “altamente vulnerable” a un cambio climático que ha causado ya daños generalizados

Posted by aclimaadmin | 04/03/2022 | Noticias del Sector

Con un ojo puesto todavía en la histórica pandemia y el alma encogida por la guerra abierta en el corazón de Europa, es complicado centrar de nuevo la atención en la crisis climática en la que la humanidad se ha metido a sí misma y al planeta. Pero las alertas sobre este problema que se dejará como legado a las futuras generaciones son cada vez más contundentes y no se refieren solo al mañana, sino también a lo ocurrido ya. “La evidencia científica acumulada es inequívoca: el cambio climático es una amenaza para el bienestar humano y la salud planetaria”. No es un cualquiera quien lo advierte, es la conclusión del grupo de 270 científicos de 67 países que han revisado para la ONU más de 34.000 artículos para sentar las bases sobre los impactos que está provocando ya el calentamiento. Un fenómeno que en estos momentos no se puede revertir y cuyas consecuencias negativas se multiplican debido al modelo de “desarrollo insostenible” actual.

Los expertos del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático) están ahora mismo en un proceso de revisión y actualización de todo el conocimiento científico sobre el calentamiento —la última vez que se hizo fue hace ocho años—. En agosto se publicó el primero de los informes, referido a las bases físicas del cambio climático, y este lunes se difunde la segunda entrega, centrada en los impactos. El análisis concluye que “el cambio climático inducido por el hombre” ha causado ya “impactos adversos generalizados” en la naturaleza y las personas. Los efectos negativos se aprecian “en todos los sectores y regiones”, aunque los “más vulnerables” se ven mucho más perjudicados. Por ejemplo, entre 3.300 y 3.600 millones de personas —cerca de la mitad de la población mundial— viven ahora en contextos considerados “altamente vulnerables” al cambio climático, ya sea por su ubicación geográfica (por ejemplo, las pequeñas islas del Pacífico en riesgo de desaparecer) o por su mala situación socioeconómica, que hace que padezcan más las consecuencias de los fenómenos meteorológicos extremos. O por la combinación de ambos factores, como explica Marta Rivera-Ferre, especialista en agroecología y una de las autoras del informe. “No todas las personas son igual de vulnerables al cambio climático”, apostilla.

El informe de agosto supuso un cambio de paradigma, porque no dejó lugar a la duda sobre la responsabilidad inequívoca del ser humano sobre el calentamiento y el incremento de fenómenos meteorológicos adversos. Esta segunda entrega, cuyas conclusiones generales se han pactado en las dos últimas semanas con los representantes de los casi 200 países presentes en las negociaciones climáticas de la ONU, se centra ahora en las zonas rojas de esta crisis y en la adaptación.

El informe final concreta que “los puntos críticos mundiales de alta vulnerabilidad humana se encuentran particularmente en África occidental, central y oriental, Asia meridional, América Central y del Sur, los pequeños Estados insulares en desarrollo y el Ártico”. Esto tiene una terrible traducción numérica: “Entre 2010 y 2020, la mortalidad humana por inundaciones, sequías y tormentas fue 15 veces mayor en las regiones altamente vulnerables, en comparación con las regiones con muy baja vulnerabilidad”.

Pero este estudio no es solo un recuento de los daños producidos ya, también plantea escenarios de futuro en función del nivel de calentamiento al que se llegue, algo que todavía está en manos del ser humano. Las emisiones de gases de efecto invernadero expulsadas por el hombre desde la Revolución Industrial, cuando comienza el uso masivo de combustibles fósiles, han llevado ya hasta un calentamiento medio de 1,1 grados respecto a los niveles preindustriales. Y el planeta se encamina en el corto plazo hacia los 1,5. “Cada décima de grado de aumento incrementa los impactos”, apunta José Manuel Moreno, catedrático de Ecología y otro de los autores que han participado en el informe. Por ejemplo, el IPCC advierte de que a medida que la Tierra se calienta, la disponibilidad de agua dulce se reduce; si se llegase hasta los 4 grados, esa pérdida de agua se multiplicaría por dos. Algo parecido ocurre con los daños generados por las inundaciones: los impactos debidos a ese fenómeno extremo se multiplicarán hasta por 3,9 veces si el calentamiento llega hasta los 3 grados respecto a lo que ocurriría en un escenario de 1,5 grados.

El informe repasa los impactos producidos ya por sectores y por áreas geográficas. Incide por ejemplo en que la seguridad alimentaria y el acceso al agua dulce se han reducido por el aumento de los fenómenos meteorológicos extremos. “El rendimiento de los cultivos de arroz, maíz y trigo ha caído un 5%”, expone Rivera-Ferre. Este tipo de daños exponen a millones de personas a la malnutrición, advierte el IPCC. Además, se ha detectado un incremento de enfermedades y un deterioro de la salud mental ligados al calentamiento global. Y los impactos económicos adversos vinculados a esta crisis están creciendo. El análisis del IPCC advierte de que “el cambio climático está contribuyendo a las crisis humanitarias”: está “impulsando cada vez más el desplazamiento” forzado de personas en todas las regiones. Aunque de una forma muy limitada y sin ser la principal causa, los fenómenos extremos pueden estar contribuyendo en parte a “los conflictos violentos” en algunos países.

Extinción de especies

El planeta está viviendo en estos momentos un proceso de extinción de poblaciones locales de plantas y animales, que desaparecen de áreas históricas de distribución y se desplazan a otras. En el 47% de las 976 especies que se examinan en el informe, esa desaparición local está asociada al aumento de la temperatura. Jofre Carnicer, biólogo y otro de los investigadores del IPCC, también apunta a la desaparición completa de especies que ya se ha podido atribuir directamente al cambio climático: una subespecie del marsupial Hemibelideus lemuroides, que prácticamente se borró del mapa tras varias olas de calor en Queensland, Australia. O el ratón de cola de mosaico (Melomys rubicola), que fue declarado oficialmente extinto en 2016 debido al incremento del nivel del mar en el Pacífico.

Las previsiones en este campo tampoco son buenas. Según el informe del IPCC, entre el 3% y el 14% de las especies de ecosistemas terrestres que se han analizado estarán en un nivel muy alto de riesgo de extinción si el calentamiento llega a los 1,5 grados. Si se alcanzan los 3 grados, el riesgo se multiplicará por dos. Y por 3,5 si el calentamiento sube hasta los 5 grados.

Desarrollo insostenible

Una de las cosas que queda clara a lo largo de todo el estudio es que los impactos del calentamiento global no solo tienen que ver con el aumento de las temperaturas y los fenómenos extremos. Influyen las condiciones socioeconómicas y el modelo de crecimiento. “Los patrones actuales de desarrollo insostenible están aumentando la exposición de los ecosistemas y las personas a los peligros climáticos”, afirma rotundo el informe. Además, se añade que en estos últimos ocho años se han acumulado las evidencias que apuntan a que “la degradación y la destrucción de los ecosistemas por parte de los humanos aumenta la vulnerabilidad de las personas” frente al calentamiento, y se citan problemas como la deforestación o la contaminación.

Lo resume así Hans-Otto Pörtner, el copresidente del grupo del IPCC que ha elaborado este segundo capítulo: “Los ecosistemas saludables son más resistentes al cambio climático y proporcionan servicios críticos para la vida, como alimentos y agua limpia”. Por eso una de las fórmulas para enfrentar este problema pasa por “restaurar los ecosistemas degradados” e intentar proteger de forma efectiva entre el 30% y el 50% de los ecosistemas terrestres y marinos.

Malas prácticas

Además del recorte de las emisiones, los científicos recuerdan que se necesitan acciones rápidas y ambiciosas de adaptación a los efectos del calentamiento. Pero “el progreso en la adaptación es desigual” y, de nuevo, las poblaciones con los ingresos más bajos son las que están más retrasadas. En el análisis también se señalan los riesgos de algunas políticas de adaptación y de recorte de emisiones, que pueden tener efectos secundarios. Por ejemplo, se advierte de las forestaciones en áreas que no son históricamente boscosas o de los biocombustibles, que pueden “agravar los riesgos relacionados con el clima para la biodiversidad, el agua y la seguridad alimentaria”.

Sequías más profundas e inundaciones costeras en el Mediterráneo

“El Mediterráneo es un punto caliente del avance del cambio climático”, advierte el biólogo Jofre Carnicer, que ha participado en el capítulo del informe del IPCC referido a esta región en la que se encuadra la península Ibérica. Esta zona se está calentando más deprisa que la media del planeta: si de media en la Tierra se ha llegado a los 1,1 grados de incremento de la temperatura, en el Mediterráneo está ya en 1,5.

Una de las consecuencias que más preocupan a los expertos es la falta de agua dulce. “En el sur de Europa, más de un tercio de la población estará expuesta a la escasez de agua si se llega a los 2 grados”, apunta el informe del IPCC. Si se alcanzan los 3 grados, el riesgo se duplicará y se esperan “pérdidas económicas significativas en sectores dependientes del agua y la energía”. Carnicer explica que por cada grado de aumento, en el Mediterráneo se espera una reducción del 4% de las precipitaciones.

Otro de los impactos que inquietan a los expertos es el referido a las inundaciones costeras. En Europea se prevé que los daños vinculados a ese fenómeno se incrementarán «al menos 10 veces para finales del siglo XXI”. “El aumento del nivel del mar representa una amenaza existencial para las comunidades costeras y su patrimonio cultural”, apunta el informe en referencia a casos como el de la ciudad italiana de Venecia. Solo en la región del Mediterráneo viven 42 millones de personas en áreas costeras de baja altura, que están muy expuestas a una subida del nivel del mar, añade Carnicer.

Fuente: El País

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