La vida en el planeta azul está contenida dentro de la biosfera, una fina envoltura de tamaño y forma irregular que cubre la superficie del planeta y se adentra en la profundidad de los océanos, dando lugar a la formación de los ecosistemas y la biodiversidad que albergan. Pero la biodiversidad del planeta forma una trama que va mucho más allá de los dos millones de especies descritas hasta ahora por la ciencia.
Una trama mucho más frágil de lo que imaginábamos hasta ahora, de la que formamos parte y dependemos, y cuya integridad debemos preservar de forma irrenunciable pues, como defendía el diario británico The Guardian en su valiente editorial del pasado domingo: «el colapso de la biodiversidad es una crisis que la humanidad no puede ignorar por más tiempo».
Presentado durante la Cumbre de la Tierra de Río de 1992 y firmado en un principio por 150 países (entre ellos España), el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) fue ratificado un año después por la casi totalidad de los estados que forman parte de la ONU y pasó a convertirse en un acuerdo internacional jurídicamente vinculante que obliga a conservar la diversidad biológica, a utilizar los recursos que nos brinda de manera sostenible y a compartir su riqueza genética de forma justa y equitativa.
El conocimiento científico es la herramienta básica para hacer un seguimiento adecuado del estado de conservación de la naturaleza. Para acceder a dicho conocimiento, la CDB impulsó la creación de la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (Ipbes), un grupo de trabajo que funciona como el famoso IPCC dedicado al cambio climático, y cuyos informes vienen a ser una especie de minuto y resultado de la evolución de la vida en la Tierra.
Para impulsar el avance de los acuerdos en la lucha contra la pérdida de biodiversidad y el deterioro de la naturaleza, y al igual que ocurre con las cumbres climáticas, las partes firmantes del CDB se reúnen periódicamente en las llamadas conferencias de las partes (COP). Y hoy arranca en Montreal, Canadá, la decimoquinta reunión de las partes firmantes (196 países) de la Conferencia de la Diversidad Biológica de la ONU (COP15).
Para muchos de los observadores y participantes en esta cumbre, como el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (Creaf), que asistirá con una delegación propia, al igual que ocurrió con la Cumbre Climática de París (2015) que dio lugar al importante Acuerdo de París, se espera que la conferencia que arranca hoy pueda propiciar un acuerdo similar. Una especie de París de la biodiversidad que marque objetivos y plazos concretos para revertir la pérdida de especies y espacios naturales que sufre el planeta.
Uno de los acuerdos que se busca alcanzar es el de proteger como mínimo el 30% de las áreas naturales terrestres y de las aguas continentales y marinas para 2030. Se trata del famoso compromiso 30 by 30 que permitiría reducir la situación de amenaza de extinción en la que se encuentran un millón de especies, contribuir a mantener la temperatura media del planeta por debajo de 1,5 °C y evitar las situaciones de riesgo para millones de personas que dependen directamente de la naturaleza para sobrevivir y prosperar.
Como señala la iniciativa Negocios para la naturaleza, suscrita por 330 grandes corporaciones industriales e instituciones financieras de 52 países, todas las empresas dependen de la naturaleza para obtener recursos y beneficiarse de los servicios ecosistémicos, por eso invertir en naturaleza es invertir en futuro. Y según esta iniciativa, “las inversiones en soluciones basadas en la naturaleza, es decir, en promover la protección, gestión y restauración adecuada de los ecosistemas para solucionar problemas que tiene la sociedad, deben triplicarse para 2030”.
Por otro lado, como nos recuerda el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP, por sus siglas en inglés) si el mundo quiere frenar la pérdida de biodiversidad que sufre el planeta y detener la degradación de la tierra y los mares, “debe marcarse un horizonte de financiación de 4,1 billones de dólares para 2050”. Un objetivo que va a requerir muchos esfuerzos si tenemos en cuenta que las inversiones actuales en soluciones basadas en la naturaleza ascienden a tan solo 133 mil millones, la mayoría de los cuales provienen de fuentes públicas.
Fuente: El Confidencial