La ‘nueva normalidad’ empresarial se rinde a las inversiones sostenibles

Posted by aclimaadmin | 17/06/2021 | Sector News

Cada vez son más los inversores que elaboran sus carteras con criterios más allá de los financieros, con impacto medioambiental o social, según el banco privado Julius Baer

 

Decía Shakespeare que las elecciones que hacemos dictan las vidas que llevamos. En todos los órdenes de nuestra existencia. Tras la pandemia que zarandeó al mundo entero, la frase se puede y se debe aplicar también a la responsabilidad que tenemos cada uno de nosotros, particulares, empresas y administraciones con el medio ambiente. Esto, si queremos llegar a un 2030 con los deberes hechos en cuanto a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas.

Su cumplimiento, orientado a erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad, se ha vuelto imperativo en la agenda de cualquier empresa que se tercie. De hecho, el 78% de las compañías de nuestro país incluyen los ODS en sus informes. Porque además, el cumplirlos es garantía de competitividad a corto plazo, según un estudio de PWC.

Una de las maneras en que las empresas pueden sumar su importante grano de arena para cumplir los ODS es la inversión sostenible, que no ha parado de crecer en los últimos tiempos. Antes de entrar de lleno en esta tendencia, ¿qué son las inversiones sostenibles? Según la definición de la normativa europea, son aquellas que contribuyen a un objetivo medioambiental.

El 78% de las compañías de nuestro país incluyen los ODS en sus informes porque, además, el cumplirlos es garantía de competitividad a corto plazo

Este objetivo se puede medir en la eficiencia del uso de las energías renovables, producción de residuos y emisiones de gases de efecto invernadero o en el impacto sobre la biodiversidad y también en su apuesta por la economía circular. En la definición también entran las inversiones en una actividad económica que contribuya a un objetivo social, que ayude a luchar contra la desigualdad. Además, las empresas ESG deben seguir prácticas de buen gobierno corporativo, que aportan seguridad económica y jurídica y fomentan el crecimiento sostenible de las empresas.

Cada vez son más los inversores que seleccionan los activos de su cartera con criterios que no son únicamente los financieros. “La gestión de la inversión nace de nuestras emociones y cada vez somos más conscientes del impacto positivo o negativo de esta decisión”, explica Norbert Rücker, Head Economics and Next Generation Research de Julius Baer. “Ya no se trata solo de excluir ciertas prácticas empresariales que no son socialmente responsables o sostenibles, ahora el inversor quiere que su dinero tenga un impacto real en el mundo”.

Inversiones sostenibles: ¿también son rentables?

La pregunta del millón es si las inversiones sostenibles, basadas en los criterios ESG, por sus siglas en inglés, medio ambiente, social y gobernanza, son realmente rentables. Según Rücker, “se está produciendo un cambio en la forma de invertir; ahora se invierte en base al objetivo del 2050; se entiende que solo las compañías que se focalizan en ESG podrán ser competitivas”.

La COVID-19 ha sido un acelerador para que los inversores pongan sus ojos en los proyectos a largo plazo, aquellos que serán fundamentales para el futuro y que permitirán a las empresas recuperarse rápidamente ante cualquier eventualidad. En un contexto de bajos tipos de interés, pero también de aceleración de la digitalización y nuevas tecnologías y, sobre todo, de una mayor conciencia social y medioambiental, la rentabilidad es verde.

Las carteras sostenibles son al menos tan eficientes como la inversión tradicional, según Spainsif, asociación sin ánimo de lucro que promueve este tipo de finanzas y que apunta que la inversión sostenible permite un mejor conocimiento y gestión de los riesgos de las empresas y sus actividades.

Por ejemplo, si una compañía en la que se invierte es sostenible, es menos probable que reciba una denuncia por contaminación, con las correspondientes multas y el perjuicio para su imagen. Si una empresa respeta los derechos de sus trabajadores, la plantilla estará más satisfecha y será más fiel y esto repercutirá en la productividad.

El patrimonio gestionado en España de este tipo de inversión llegó a la cifra histórica de 285.454 millones de euros en 2019, un 36% más respecto a 2018, según el estudio La Inversión Sostenible y Responsable en España 2020 de Spainsif. Y según el último Observatorio de la Inversión ESG, de marzo de 2021, en 2020 los mayores gestores de activos se dirigieron “hacia una casi completa integración de los factores ESG en sus políticas de inversión”.

Si una compañía en la que se invierte es sostenible, es menos probable que reciba una denuncia por contaminación, con las correspondientes multas y el perjuicio para su imagen

¿Dónde invertir? Para Norbert Rücker, de Julius Baer, “dentro de los criterios ESG, hemos de poner el acento en la E (medio ambiente)”. La oferta para invertir es amplia, desde las energías renovables a la agricultura sostenible, pasando por el desarrollo de las smart cities, el aprovechamiento de los residuos orgánicos o el reciclaje de plástico.

Los proyectos sostenibles forman ya parte de la ‘nueva normalidad’ empresarial. Y fondos de los gobiernos occidentales, como el Next Generation, de la Unión Europea, solo financiarán proyectos que sigan criterios ESG. Mientras tanto, al otro lado del Atlántico, Joe Biden afirmó durante la campaña electoral que invertiría 1,7 millones de euros para desarrollar un plan que ayude a reducir las emisiones de gas invernadero. No hay otra opción ni es una moda pasajera: la nueva inversión es sostenible.

Fuentes: lavanguardia

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