El clima ‘inteligente’: el gran desafío exige más datos y conectividad

Posted by aclimaadmin | 01/10/2020 | Sektoreari buruzko albisteak

La inteligencia de las empresas será un aliado estratégico en la lucha contra el cambio climático. No será preciso convencerlas: saben que no tienen otra opción. La batalla se sustentará en la información,  todavía insuficiente; necesitará de mayor conectividad en el ámbito rural, para evitar la desigualdad; transformará toda la cadena de valor; y debe aprovechar la energía de reconstrucción de la sociedad y la economía que ha desatado la pandemia de la Covid-19. Una nueva entrega del ciclo de foros Innovadores en la Tercera Revolución Digital, organizado por INNOVADORES y la Fundación Pons, con el apoyo del CSIC, la Universidad Carlos III y Madri+D, reflexiona acerca de todo ello.

Marc Nolla, responsable Oficina de Transformación Digital EMEA Sur de SAP, describe la empresa inteligente como “aquella capaz de captar en tiempo real la información de su entorno”. Hoy, eso incluye los factores medioamientales, “en la pandemia, ha habido empresas capaces de seguir en contacto con sus clientes, con sus empleados, y eso mismo puede suceder con la huella de carbono”, afirma.

La clave radica en “tomar esa información e integrarla dentro de sus procesos de negocio, de sus operaciones”, y en aprovechar “la inteligencia en sí, la capacidad de aplicar analítica avanzadamachine learning, para asegurarnos de que las decisiones que tomamos nos permiten conseguir nuestros objetivos de negocio, pero también nuestro propósito de marca”. En eso se fundamenta la “resiliencia“.

El directivo de SAP destaca que la tecnología digital “no tiene barreras de entrada”, lo que otorga a las pymes “una eficiencia en la gestión de recursos y una escalabilidad, que hasta ahora sólo tenían las grandes organizaciones”. SAP dispone de una Business Technology Platform para crear nuevas soluciones que ha permitido a la empresa alemana &ever “hacer agricultura de interior, vertical, en el desierto de Kuwait, con cientos de sensores que le permiten producir con un 90% menos de consumo de agua y un 60% menos fertilizantes”.

“Lo que la pandemia nos ha mostrado es que la falta de velocidad en el despliegue de nuevos modelos digitales, más colaborativos, más sostenibles, no se debe a la tecnología, sino en múltiples industrias ha sido una cierta falta de iniciativa, una inercia que ha llevado a una cierta cobardía”, añade Marc Nolla. “La pandemia nos ha obligado a todos a actuar como startups”. El Ministerio de Asuntos Exteriores de Alemania pidió a SAP una aplicación que ayudase a los ciudadanos atrapados en distintos lugares del planeta a volver. “La tuvo en 24 horas. Hace un año no hubiéramos creído que esto era posible. No es un cambio tecnológico, es un cambio total de mentalidad”, sentencia.

Otra característica del momento actual es que “se difuminan las fronteras entre industrias”, dice Nolla. “El Industry Cloud de SAP permite que cada cliente pueda integrar las especificidades de su industria con la intelligent enterprise y enlazarlas con las soluciones de otras industrias. Vemos el salto de todas las industrias hacia la resiliencia: las empresas dejan de ver las cadenas logísticas y de suministro como lineales y buscan entornos circulares, empiezan a diseñar el producto en redes”.

Mercedes Pardo, catedrática e investigadora de la Universidad Carlos III, lleva el argumento al conjunto de la sociedad y remarca en “el consenso de que es necesario cambiar las cosas. Un virus que se mata con lejía o jabón ha sido capaz de transformar el mundo en poco tiempo de forma brutal. El cambio climático es similar, pero mayor, más lento obviamente, pero más grave. Y la pandemia nos ha enseñado también que las sociedades somos capaces de adaptarnos rápidamente a situaciones de riesgo imprevistas”. No obstante, advierte, “en esa adaptación se quedan restos por el camino: empresas, instituciones, personas fuera de la posibilidad de seguir esa nueva normalidad”.

Dos narrativas

A juicio de Mercedes Pardo, “las dos narrativas fundamentales que se escuchan son la de la catástrofe climática que nos lleva al colapso y la de que lo podremos resolver con tecnología”. Ambas posiciones, en realidad, “son iguales, porque parten de un concepto de sociedad fijo, inmutable, y claro que cambia. Cuando se trabaja desde gobiernos, empresas, organizaciones, desde la sociedad en su conjunto, se pueden dirigir los cambios. Tendremos incertidumbre en el cambio climático y en los coronavirus que están por venir”.

Iberdrola ha constituido con otras energéticas el Grupo de Trabajo sobre Capital Natural y Energía. Según su responsable de medio ambiente, Emilio Tejedor, “parte de la idea de que el cambio climático es uno de los retos y no el único, porque está siendo rápidamente superado por otros, como las presiones sobre la biodiversidad y la conservación de la naturaleza. Tenemos que ver cómo impactamos en el capital natural entendido como todos los stocks de materiales y los servicios ecosistémicos que nos presta la naturaleza. Analizarlo con visión de largo plazo y actuar en consecuencia”.

La clave es que se trata de “una metodología y disciplina en evolución”, hay diversas iniciativas para estandarizar, poner reglas comunes y comparables en todos estos análisis sobre el capital natural. “En particular nos basamos en el Protocolo de Capital Natural de la Natural Capital Coalition. Se inicia un camino que todas las empresas somos conscientes de que tenemos que recorrer”, afirma.

En ese proceso, apunta Tejedor, “hay motivaciones internas, pero también externas y son tremendas: las presiones de la sociedad, de los inversores, de los clientes, de los grupos de interés en definitiva, son crecientes. La concienciación con respecto al cambio climático es fuerte”.

Mercedes Iborra, cofundadora de VisualNAcert, explica que desde la creación de su compañía en 2014 “hemos avanzado muchísimo. Cuando empezamos evangelizábamos. Ahora se ve el compromiso de las empresas, incluso la premura. Es de vital importancia no sólo hacer un uso razonable de los recursos, sino que esa información que se capta en tiempo real de todas las operaciones que se realizan en la agricultura nos permite actuar, pasar a la acción”.

En esa línea argumental, en torno a la información, Joaquín Hortal, científico titular del CSIC, afirma que “lo que hemos hecho al investigar en biodiversidad y bioecología es lo mismo que algunas empresas y la agricultura: acostumbrarnos a este mundo en cambio constante e ir interrogándole cada vez con datos más masivos para hacer pronósticos”. Su equipo ha elaborado un mapa de la ignorancia biogeográfica en el que “asumimos que no conocemos el 100% de la realidad y mostramos las zonas de desconocimiento, las identificamos, porque son una fuente de incertidumbre y posible error, para incorporarlo al uso de datos masivos en la informática de la biodiversidad”.

Datos incompletos

Pero ¿eso significa que en la relación con el medio ambiente actuamos con datos no fiables? “Se toman decisiones en base a datos incompletos”, sostiene Hortal. “Saber que es así e identificar dónde son incompletos te llevará a ser cauteloso con determinado tipo de decisiones. Porque te falta información. Lo que tienes que hacer es apoyar la investigación en esas áreas concretas. Y como gestor incidir mucho en no tomar decisiones precipitadas”.

Para Mercedes Pardo, todo esto obliga a revisar el concepto de “inteligencia”. El conocimiento “es casi siempre incompleto, debemos ser humildes como sociedad, porque si no estamos abocados a una ignorancia”. Subraya el valor de “la inteligencia emocional, de las emociones de la sociedad, cómo captarlas hasta en la economía que aparentemente es muy lógica y matemática”. En definitiva, “debemos usar un concepto de inteligencia más amplio. La sostenibilidad es algo asumido por las empresas, pero cuidado con que no se traicione este concepto ante la sociedad. Porque la credibilidad es clave, lo hemos visto en la pandemia”.

Marc Nolla recoge el guante y afirma que “los modelos de negocio de las empresas identificaban los impactos en el entorno como una externalidad, pero ahora tenemos que conseguir que sean parte de la triple cuenta de resultados. Lo complejo es disponer de la información adecuada para actuar y tomar decisiones. La iniciativa Climate 21 de SAP las ayuda a entender cuál es su impacto en la cadena de valor, considerando la huella de carbono que les viene de los proveedores y luego analizándola a nivel de producto y servicio individual”.

La introducción de criterios medioambientales provocará un cribado de aquellos agentes de la cadena que no cumplan con los requisitos. Según Nolla, ese cribado “ya está ahí: si no tengo los ratios adecuados de ESG (Environmental, Social, Governance) no consigo préstamos, los consumidores rechazan marcas que no se comprometen, perderé a los mejores empleados. Se nos mide no solo a nosotros y nuestras operaciones, sino a toda la cadena de valor. Ese cribado requiere el apoyo de una plataforma digital. Hemos lanzado el Plastic Cloud: si una empresa realmente quiera evitar microplásticos o parar ese problema puede acceder a proveedores que garantizan suministrarles sólo plásticos reciclados.

Joaquín Hortal incide en que “tenemos mucha información y sabemos mucho de lo que va a pasar, pero podemos tener incertidumbre en zonas concretas. Saber qué le pasará al vino con el efecto combinado del cambio climático, por el calentamiento y la variación en el régimen de vientos, es muy difícil, pero sí sabemos que va a tener un impacto. El sector del vino es un buen ejemplo de adaptación cambiando variedades de uva y reduciendo emisiones”.

Su propuesta pasa por extrapolar a todos los ámbitos la visión del “consenso” que se utiliza en ciencia, alejado de la influencia de la política. “Todo lo llevamos a un balance en términos positivos y negativos y hay sistemas como la economía del bien común que plantean otorgar valor a otros aspectos de la actividad empresarial. Hay muchas empresas refractarias, tenemos que intentar hablar un lenguaje común”.

Agricultura y regulación

Mercedes Iborra señala, al respecto, que “no está siendo fácil hacer la contabilidad sostenible y debería ser tan importante como la tradicional. Porque en el fondo todas las acciones de sostenibilidad están relacionadas con una actitud responsable de las empresas”. Para Emilio Tejedor, “la ambición de las empresas por mirar a largo plazo, para evaluar bien los riesgos y garantizar el mantenimiento de la actividad, es una necesidad interiorizada totalmente. La digitalización ayuda mucho, cada vez se conocen más los procesos en los que incurrimos, aunque algunos sean tan complejos como los naturales”. Y Marc Nolla apunta que la sostenibilidad está pasando “a una velocidad realmente exponencial de ser algo secundario a ser algo muy alto en prioridad en la agenda de la alta dirección de muchísimas compañías”.

En cuanto a los aspectos colaterales de la lucha contra el cambio climático, Iborra destaca que en Latinoamérica, Europa, EEUU o Asia “existen diferencias importantes en la agricultura. Tenemos que ayudar tanto a la agricultura familiar como a las grandes corporaciones, a la agricultura extensiva de gran volumen, porque una está vinculada a la otra. La UE ha lanzado la estrategia Farm to Fork, con retos muy ambiciosos, pero la tecnología no está al alcance de todos, porque para eso las comunicaciones tienen que estar al alcance de todos. la 5G va a ayudar, pero todavía falta tiempo para que llegue a las zonas rurales”.

Tejedor destaca que en el caso del vehículo eléctrico “el desarrollo de la tecnología está acelerándose, lo que tiene que ir acompañado de unas infraestructuras que le permitan moverse por entornos interurbanos. En España se decidió que el modelo de recarga se basara en las empresas privadas, en otros países hay modelos de infraestructura pública, pero todo acaba en el mismo punto: cuando la tecnología permita desplazamientos de larga distancia y el coste del vehículo baje hasta llegar a la paridad con los de combustión, que es algo que sucederá en pocos años, la infraestructura de recarga estará ahí”.

El aumento de presión regulatoria “es la mayor presión a la que se someten las empresas”, apunta Nolla. “Y no sólo se refiere a nuestras operaciones, sino que la responsabilidad recae sobre la cadena de valor. Nos hemos de fijar en la regulación nacional y europea, pero pensar sobre todo con visión global. A ese nivel, una estrategia de empresa inteligente nos puede ayudar. Uno, por entender nuestro impacto en el entorno. Dos, al tener la agilidad para cambiar mis procesos. Y tres, tener la confianza para apoyarme en redes de negocio, en plataformas que pueden ayudarme”.

Fuente: Innovadores

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