La huella de carbono y nuestro impacto en el medio ambiente

Los números forman parte esencial de nuestra vida y la capacidad de medición a través de los mismos casi una condición imprescindible de nuestra existencia: los años que tenemos, nuestro peso, los kilómetros recorridos al día, las calorías consumidas, la cantidad de gigas mensuales en la tarifa telefónica contratada y hasta el grado de satisfacción de un servicio.

Todo es mensurable y nos permite conocer la realidad y hacer un seguimiento de la misma. Y en ese sentido, ¿podríamos llegar a saber cuál es la incidencia de lo que hacemos habitualmente en el medio ambiente global? La respuesta es sí y la herramienta para conocerlo, la denominada huella de carbono.

La huella de carbono hace referencia a la cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero que produce el ser humano al fabricar un producto o durante la realización de sus actividades cotidianas. Estos gases de efecto invernadero son, entre otros, los causantes del calentamiento de la Tierra y se producen en la mayoría de las actividades habituales que desarrollamos en nuestro día a día. En definitiva, es el impacto medioambiental que generamos en el planeta y se mide en toneladas de CO2 emitidas.

Como ocurre al caminar por una playa, todos y todas dejamos una huella a nuestro paso, pero su tamaño depende de nuestro consumo y del tipo de hábitos de cada persona. La alimentación, las compras que realizamos, el medio de transporte que elegimos para desplazarnos en la ciudad, nuestro consumo de energía; todo influye en que la huella que dejamos a nuestro paso sea mayor o menor medida.

En un producto, el modo de conocer la huella de carbono pasa por analizar el proceso de vida completo: las materias primas que se usan para su fabricación, la procedencia de las mismas y el transporte que han necesitado, su uso y consumos en el mismo, y su gestión como residuo.

Herramientas de cálculo para controlar actividades poco sostenibles

Pero, ¿cómo podemos aterrizar este análisis tan complejo en nuestro día a día? ¿Cómo podemos saber si lo que hacemos, lo que consumimos, es más o menos sostenible? Las matemáticas nos pueden ayudar en esto también, empleando para ello las denominadas calculadoras de huella de carbono.

Existen, por ejemplo, calculadoras que facilitan a las empresas y organizaciones conocer y calcular el alcance de su huella, como la que dispone la sociedad pública Ihobe. Esta herramienta está dirigida a organizaciones públicas y privadas, con razón social o con instalaciones en la Comunidad Autónoma del País Vasco, que quieran calcular su huella de carbono y puedan inscribirla como “Iniciativa Voluntaria de Cambio Climático” en el Registro de Actividades con incidencia ambiental de la CAPV, así como en el Registro de Huella de Carbono de España.

Otras herramientas disponibles en la red permiten un análisis más doméstico y sencillo de la huella personal de nuestra actividad. Por ejemplo, la calculadora desarrollada por la empresa británica Carbon FootPrint nos permite saber que una persona que vuela de Bilbao a Londres en clase turista es responsable de lanzar a la atmósfera 0,16 toneladas de CO2. O que alguien que recorre 1.000 kilómetros al mes con su coche genera un total de 0,24 toneladas de CO2.

Descubrir y conocer cuál es la huella de carbono de nuestra actividad y ser conscientes de ello es el primer paso para reducirla y contribuir así, de un modo personal y activo, a preservar nuestro planeta para las futuras generaciones.

Fuente: IHOBE

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