La cara B de las renovables: el difícil reciclaje de materiales de placas y aerogeneradores

Posted by aclimaadmin | 23/09/2022 | Sector News

Es tal la necesidad, que no cesa de jalear el ritmo de implantación de energías renovables en España. Esta misma semana se conocía que la eólica lidera la potencia instalada para producir electricidad y aporta el 25,45% de la generada, y que la fotovoltaica ya es la tercera, con un 14,78%, ambas por delante de la hidráulica. Pero de lo que nadie habla es de una de las caras B de ese vertiginoso despliegue: el uso de materiales de muy difícil reciclaje. Se trata de los silicatos de las placas solares y de los composites de las aspas de los aerogeneradores, ya que aún no se dispone de tecnología que separe eficientemente los materiales. Una vez quitado el aluminio de las placas o la parte metálica de los molinos, el resto, en general, se muele y va a vertedero.

«Hablamos constantemente de economía circular, pero en un campo como el de las renovables aún no se ha conseguido», explica Elisabet Pires, profesora de Química Orgánica de la Universidad de Zaragoza. «Obviamente, solo se puede estar a favor de las renovables porque tienen menos impacto que las energías fósiles y generan energía más barata, pero es un contrasentido que no hayamos cerrado el círculo de la sostenibilidad, tanto en la construcción de placas fotovoltaicas, como de las palas de los aerogeneradores. En ambas se utilizan materiales muy difíciles de separar y, por lo tanto, con difícil reintroducción en el mercado».

De ello dan fe en una de las grandes empresas del sector en España, Industrias López Soriano, que en sus plantas de Zaragoza recicla, por ejemplo, el 54% de los aparatos eléctricos y electrónicos de nuestro país, en minuciosos procesos de deconstrucción para recuperar el máximo de materiales posible. «Nuestro objetivo es no perder ni un gramo de metal —sea cobre, aluminio, acero…—, gas, plástico o vidrio», explica María López Palacín, gerente de la compañía, que es un referente además en el sector en Europa, mientras muestra la sucesión de contenedores en los que se descompone un ordenador o cuenta cómo a la planta reciclaje de frigoríficos —especialidad que también lideran en España— llegan cada día 22 camiones. «Con los elementos de las renovables no se puede cubrir con calidad el ciclo completo. No son tóxicos, pero es un desperdicio de materiales valiosos, algunos de ellos raros y escasos, incoherente con la filosofía de economía circular de las renovables».

La dificultad de separar materiales valiosos y raros

Lo cuenta con detalle Marcelo Liendo, el responsable de Medio ambiente de la firma. «Ahora se están retirando las placas de primera y segunda generación, y resulta muy complejo separar el silicio del cristal y reintroducir los materiales en los mercados correspondientes. Para construir las placas, las células fotovoltaicas se imprimen sobre gomas EVA y se adhieren al cristal, aplicando calor, para luego recortar y enmarcar. Predomina el silicio, pero también hay cadmio, germanio, selenio o galio; y para recuperarlos, hacen falta disolventes peligrosos, en procesos especialmente contaminantes y con resultados gruesos, por lo que el final más habitual es el triturado y el vertedero».

Liendo explica que la tercera y la cuarta generación de placas han mejorado, obligadas ya por normativas que exigen ‘ecodiseño’. «En las siguientes, vidrio y sílice se podrán reutilizar, aunque con limitaciones. No quedan como el cobre, que es cobre, sin más. El vidrio no puede ir a alimentación, por ejemplo«. Son placas, además, construidas en China; por supuesto cumplen con las normas UE una vez fabricadas, pero no podrían hacerse aquí, con procesos mucho más exigentes en todos los sentidos.

También los aerogeneradores tienen un complejo final. Y como en las placas, se están retirando los de la primera generación de unas piezas con una edad media de vida de 25 años. No hay problemas con los pilares: hechos de metal, se desguazan y recuperan totalmente. La dificultad se presenta con la mezcla de las palas, hecha de composite de madera de balsa y fibra de carbono, con el objetivo de ser especialmente ligeras, favorables al viento y resistentes a las inclemencias. En definitiva, una pasta cuyos ingredientes son prácticamente imposibles de separar, salvo con procesos químicos imperfectos, y que lleva a convertirla en polvo, cuyo destino habitual también es el vertedero o, en todo caso, las cementeras, donde se incinera como combustible calorífico.

Ahora, explica Liendo, «se está experimentando para que ese polvo de composite pueda servir para construir nuevas palas. También, para producir aislamiento en viviendas. Pero no deja de ser contradictorio que el ciclo de las renovables no esté resuelto ya completamente, desde la construcción y la explotación, al desmantelamiento y reintroducción de materiales en el mercado. Con el coche eléctrico corremos el mismo riesgo. También se está usando composite para aligerar el peso de la carrocería, que pasa a la batería, y no está clara la recuperación de los metales que componen la pila».

«Es un clásico de demasiados nuevos procesos productivos, que no abordan los ciclos completos y el reciclaje sigue sin resolverse», apunta la profesora Pires. «Aprendemos demasiado despacio y, hasta que no tenemos el problema encima, no se afronta», añade.

Por su parte, López Palacín, señala que «quizá por la abundancia de espacio, tardó en desarrollar la conciencia medioambiental; luego, los ciudadanos hemos ido muy rápido, y desde la voluntariedad. En lo industrial, el objetivo es el reciclaje máximo. Es mucho más eficiente aplicar tratamientos donde todo se reutiliza: genera más empleo y actividad, y se avanza de verdad en economía circular».

Aragón, entre las que más molinos tiene

El reciclaje de las plantas de renovables es una preocupación más de comunidades como Aragón, la segunda en producción de eólica y la primera de España en nuevas instalaciones. Cerró 2021 con 7.410 megavatios, el doble que cinco años antes, y es la cuarta autonomía de España en producir energía limpia, el 12,3%. Portavoces del sector explican que los parques actuales son más reciclables que los que ahora se retiran y que, cuando llegue el momento de renovar el gran parque recién instalado, «habrá una industria que hará su labor, ganará dinero y creará empleos».

Este mes de enero, era Endesa quien anunciaba la creación de un consorcio para construir la primera planta de reciclaje de palas de la península. La planta se instalará en León, pero no estará operativa hasta 2024. Se plantea como reto reciclar las más de 6.000 toneladas de fibra de vidrio que ya se generan en el sector cada año y destinar esa fibra al sector de la construcción.

«Es una contradicción que aún no esté resuelto —dicen desde un municipio ahora enronado a aspas—, que se añade a las muchas que hemos visto con la llegada de las renovables. Como que nos dijeran que los molinos no se verían desde el pueblo: ahora, le hacen la competencia a la torre de la iglesia e incluso se oyen por la noche».

Y es que, las renovables, en Aragón, no abandonan el primer plano de la actualidad. El Gobierno presume de la ventaja competitiva que supone para Aragón estar entre las líderes en generación de energía renovable, como elemento atractor de empresas.

A pie de parques, las visiones cambian. Ahora, ha echado a andar la tramitación de un nuevo proyecto eólico en el Valle del Jiloca y la Sierra de Albarracín, que, si sale adelante, supondría la instalación de 149 aerogeneradores en parajes donde el paisaje es un bien preciado. Se trata de un proyecto que, una vez más, se debate entre el entusiasmo de sus promotores y las reticencias, cuando no el rechazo, de parte de los afectados ante el modo de implantarse —sin un plan de ordenación de todo el territorio y con escasas y desequilibradas compensaciones en operaciones luego multimillonarias— y la saturación que está produciendo en el paisaje.

Fuente: El Confidencial

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