María José Sanz, (Valencia, 1963), doctora en Biología e investigadora, es directora científica del Centro Vasco para el Cambio Climático (BC3) y profesora de Ikerbasque, además de miembro de la mesa del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) que estudia el calentamiento global. Sanz fue una de las ponentes del congreso sobre la protección de suelos Soiluzioak, organizado por la agencia ambiental del Gobierno vasco Ihobe en el Palacio Euskalduna de Bilbao esta semana, que contó con la participación de más de 300 expertos y la intervención de representantes de organismos internacionales como la FAO. Durante su charla explicó la importancia de los suelos como sumideros para capturar dióxido de carbono y «limpiar» la atmósfera.
– ¿Qué es el secuestro de carbono?
– Es la captura del dióxido de carbono atmosférico para transformarlo y depositarlo en el suelo, convirtiéndolo en un gran reservorio. Se almacena en la materia orgánica (por ejemplo las plantas) y acaba descomponiéndose en el suelo, siendo lo que se llama carbono orgánico.
– ¿Y cómo se incrementa el almacenamiento?
– Por ejemplo, sustituyendo los fertilizantes minerales como nitrato amónico por residuos de la ganadería y aplicándolos correctamente, con técnicas adecuadas. La materia orgánica, además de almacenar carbono, hace que la estructura del suelo sea más esponjosa y entonces aumenta su capacidad de retención de agua.
– ¿Hay que cambiar el tipo de agricultura en el sur de España?
– La agricultura tiene que ir acompasada con la disponibilidad de los recursos hídricos, ya que si no, se corre el riesgo de disminuirlos o de limitar el acceso para el consumo humano. La agricultura puede ser de secano, que básicamente no requiere de agua. Lo que no se puede hacer es introducir cultivos de regadío de forma masiva en un territorio con escasez de agua.
– ¿Cómo recuperar los suelos en Bizkaia?
– Toda Euskadi es un territorio muy abrupto. Uno de los peligros es que queden suelos descubiertos (sin vegetación) en grandes pendientes en situaciones como la actual, donde el régimen de precipitaciones se está torrencializando. Otro de los problemas está ligado a la necesidad de descontaminación. En el pasado ha habido procesos contaminantes que ahora hay que revertir. Además, la vegetación ha evolucionado con un régimen de precipitaciones que ahora está cambiando. Las sequías más frecuentes y más intensas están afectando a la vegetación y eso tiene impactos en el suelo.
– ¿Este verano ha sido anómalo o es una prueba más de que el cambio climático ya está aquí?
– Está aquí desde hace tiempo. Pero sus consecuencias se están manifestando de forma más rápida. Hemos predicho lo que iba a pasar, pero no hemos sido capaces de adivinar la velocidad. Las estaciones se han difuminado. Es difícil encontrar la primavera o el otoño. Ahora tenemos invierno o verano. Y está cambiando el régimen de precipitaciones. Los impactos del cambio climático ya no son lejanos, están a la puerta de casa. Los vamos a tener que abordar, sufrir y sobrevivir. Hay que ejecutar acciones de mitigación, pero la adaptación es fundamental e ineludible. Tenemos que actuar ya.
– ¿Qué es lo que nos espera en los próximos cinco años?
– Tendremos este tipo de veranos y habrá cambios que afectarán a nuestra salud y a nuestro comportamiento, pero también a la economía. Por ejemplo, el cambio climático ya está generando un desplazamiento de los flujos turísticos hacia el norte de la Península. Pero también va a afectar a los ecosistemas. Ya he visto, por ejemplo, coníferas muertas por la sequía entre Álava y Burgos.
– Dice que las ciudades han de adaptarse urgentemente. En Bilbao, la tala de olmos ha provocado polémica.
– Si el arbolado urbano no está en condiciones por el poco espacio disponible, sufre mucho. Hay que planificar bien cómo introducir soluciones naturales –árboles, vegetación, parques– en el entramado urbano para favorecer espacios más amables con el ciudadano, que le permitan tener sombra y protegerse de las olas de calor.
Fuente: El Correo