Reciclaje frente a la energía nuclear y al gas para garantizar el objetivo de reducción de emisiones para 2050

Posted by aclimaadmin | 14/01/2022 | Blog Aclima

Recientemente se ha dado a conocer la polémica propuesta de modificación de la taxonomía de la Unión Europea, por la que se plantea clasificar a la nuclear y al gas como energías necesarias para la transición hacia una generación sin emisiones de CO2. Frente a esto, la próxima publicación de un estudio sobre el potencial de reducción de CO2 mediante la gestión de residuos demuestra que avanzar hacia una economía más circular, con mayores tasas de valorización de residuos, es el mejor método para asegurar los objetivos de reducción de emisiones y descarbonización a los que se ha comprometido la UE.

La Taxonomía de la Unión Europea es una legislación para la financiación verde aprobada por el Parlamento Europeo en junio de 2020, que es pionera a nivel mundial al establecer los criterios que deben cumplir las actividades económicas para ser consideradas como verde, con el objetivo de orientar la inversión financiera hacia los proyectos relacionados con la misma, evitando el llamado greenwashing. 

En el caso de las tecnologías para la generación de energía eléctrica, la taxonomía verde se constituye quizá en el motor económico más importante para conseguir su descarbonización y cumplir el objetivo de reducir a cero las emisiones en 2050, fijado en el Pacto Verde, ya que nada menos que el 75% de las emisiones de gases con efecto invernadero en Europa son producidas por el consumo energético.

Con la propuesta lanzada por la Comisión Europea se plantea incluir a la energía nuclear y al gas en dicha taxonomía, considerándolas necesarias para la transición energética de Europa hacia un futuro sin emisiones. Se argumenta que se trata de fuentes estables de suministro de energía, bajas en emisiones de carbono, para las que a día de hoy no hay alternativas ni tecnológica ni económicamente viables. De este modo, se les adjudica un papel de apoyo al sistema europeo de generación de energía, a la vez que se desarrollan las energías renovables.  

Esta decisión no está exenta de polémica, algunos países, entre ellos España y numerosas organizaciones ambientalistas, han mostrado su disconformidad argumentando los impactos medioambientales que ambas tecnologías presentan en un enfoque de análisis de ciclo de vida. Por su parte, la energía nuclear, si bien no emite gases de efecto invernadero, genera residuos peligrosos de alta durabilidad en el tiempo y de difícil gestión ambiental. En el caso del gas, sí emite CO2 en su combustión, aunque en cantidades sensiblemente menores a las producidas por las centrales térmicas de carbón.

En el origen de esta propuesta están los intereses de grandes países, como Francia (el segundo con más centrales nucleares del planeta) y Alemania, en el que el peso del gas en su economía es muy elevado. Si la modificación de la Taxonomía es aprobada, las centrales nucleares en funcionamiento y las que se construyan antes de 2045 podrán recibir financiación verde, al igual que las plantas de generación de electricidad con gas, al menos hasta 2030. Estas tendrán que emitir menos de 100 gramos de dióxido de carbono por kilovatio hora, y 270 gramos por kWh las de nueva construcción, siempre que se pongan en marcha para sustituir otra fuente de generación con mayor nivel de emisiones.

Para que esta propuesta se apruebe tienen que ocurrir varias cosas. Por un lado, el Parlamento Europeo y el Consejo Europeo tienen cuatro meses (prorrogables por otros dos) para evaluar el documento y proponer enmiendas u oponerse a la propuesta. Para ello, en el Consejo al menos 20 de los 27 países de la Unión Europea se tendrían que oponer a la propuesta. También es necesaria la mayoría en el Parlamento Europeo (de al menos 353 de los 705 eurodiputados).

Más valorización de residuos menos emisiones

Frente a todo esto, un nuevo informe realizado por FEAD junto con otras asociaciones europeas de gestores de residuos ofrece una perspectiva más optimista para la reducción de emisiones de efecto invernadero. El estudio, que se hará público en las próximas fechas, demuestra la relación directa que existe entre el incremento del reciclaje y la reducción de las emisiones de CO2 para los flujos de residuos estudiados.

En el estudio se han examinado las posibilidades de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero para 9 tipos de residuos: papel y cartón, vidrio, plástico, hierro, aluminio, madera, textil, biorresiduos y caucho. Además, se plantean para tres escenarios; en el primero se proyecta los porcentajes de reciclaje de 2018, en el segundo se aplican los objetivos de valorización previstos hasta 2035, y en el tercero se proyectan unos objetivos de valorización más ambiciosos. En este último escenario el ahorro de emisiones de CO2 casi se duplicaría con respecto a la trayectoria actual de 2035 y se evitarían las emisiones de metano.

Como conclusión, si se consigue el objetivo de reciclaje del 65% marcado por la UE y el límite de vertido del 10% conllevaría una reducción anual de alrededor de 150 millones de toneladas de CO2 en comparación con 2018. Además, el propio sector europeo de la gestión de residuos podría ser no tan solo climáticamente neutro, sino que incluso su impacto sería negativo en emisiones, por lo que compensaría los niveles de emisión de otros sectores económicos. Esto es posible porque, aparte de conseguir un ahorro energético y de emisiones en su labor de reducir el consumo de recursos naturales, la valorización de los residuos también proporciona recuperación de energía a partir de material no reciclable y la obtención de combustibles derivados de residuos.

Pero para desplegar todo el potencial de ahorro de emisiones proporcionado por la valorización de residuos es necesario incentivar aún más esta actividad, con medidas que optimicen la recogida selectiva, el ecodiseño, la reparabilidad y el mercado de los materiales reciclados. Y, como expone el mismo informe, la política de la UE y la inversión en la taxonomía de actividades sostenibles deberían centrarse en la gestión integral de los residuos para apoyar la transición hacia una economía circular y descarbonizada.

Por tanto, frente al apoyo a la energía nuclear y al gas existe otro camino, más circular, para avanzar hacia una reducción cada vez mayor de las emisiones en Europa. La gestión de los residuos va a desempeñar un papel clave en el cumplimiento de la neutralidad climática y el resto de metas recogidas en el Pacto Verde.

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